Maximiliano Rau

  Nació en Capital Federal
       Vive en Los Polvorines. Provincia de Buenos Aires


Cartero.



PAQUETES Y BOTELLAS ABANDONADAS

 Jugábamos una noche con mi hermano y mis primas en el living de la casa de mi abuela. La superficie del suelo de parquet era ideal para que la pelotita rebotara y no saliera impulsada para cualquier lado, pero era inevitable que casi siempre terminara pegando contra las paredes y las ventanas, yendo y viniendo sobre los muebles y estantes, poniendo en peligro los cuadros y adornos. Los gritos de mi abuela llegaban desde el comedor o la cocina y suspendíamos el juego, permaneciendo sentados unos minutos en silencio, separados, a veces mirando con encono a tal o cual porque había hecho caer el mate, recuerdo de Santiago del Estero, que estaba en la biblioteca. Pero, parándonos de a poco y rebotando la pelotita despacio contra el suelo, no pasaba mucho tiempo antes de estar a los gritos de nuevo.

—¿Se puede tomar esto?— pregunta Hugo, estirando el brazo.
—No sé, loco; hace una banda que está ahí.

Pero la mano de Hugo también ya está ahí y, como para no desaprovechar el movimiento, agarra la botella y se la lleva a la boca.

Cascarita piensa que, por lo menos, no es peor que tomar de una botella de plástico, encontrada en una bolsa de basura en la calle, usada como jarra para mesclar el vino con coca; o a cuando Egui agarraba cualquier tetrabrik o botella abandonada a medio vaciar en la calle y tomaba sin problemas. Cascarita también tomó una vez de esas botellas siniestras; era imperdonable dejar medio cussenier de chocolate tirado ahí. Aunque, incluso esa vez, el primero en probar el contenido fue Egui.

Las cosas abandonadas son toda una historia. Siempre hay alguien que dice en broma cada vez que otro levanta algo de la calle:


—¡No, boludo! A ver si tiene droga…cuando se sabe que es imposible que a alguien se le ocurra dejar la droga tirada por ahí en alguna botella o cigarrillo en la vereda. Y si así fuera, muchos estarían agradecidos.

Aunque una vez, sólo una vez, pasó. Cascarita, a los catorce años, todavía no tenía vicios. Una noche se fue temprano de un cumpleaños de quince con Ismael para deambular, por primera vez de madrugada, por San Miguel, ansiosos de conocer de noche los mismos lugares que siempre habían visto de día. Estaban sentados en la esquina de la heladería Sorrento, cerrada a esa hora. Un grupo de chicas pasó frente a ellos y a una se le calló una caja de cigarrillos.

—Ese paquete está lleno— dijo Ismael.
—No, ¿qué va a estar? Seguro lo tiraron.
—Boludo, te digo que vi cuando se les cayó. Aparte, sonó como a lleno.

Disimulando, caminaron hasta ahí. Ismael lo pateó hacia un costado y lo levantó. Estaba lleno hasta más de la mitad. Sacudió la caja de marlboro para contar bien los cigarrillos y notó que había algo más. Lo sacó tomándolo con los dedos: era un porro. Se miraron entre ellos.

Fueron a sentarse a los bancos de cemento que hacía poco habían puesto tras la galería Trillini, donde pasaban menos autos. Ismael tenía el porro en la mano y lo miraba. Cascarita, aunque a esa hora no pasaba nadie, miraba todo el tiempo a derecha e izquierda en la calle silenciosa.

—¿Lo prendemos?

 —No sé, che— dudaba Cascarita—. ¿Y si viene la policía? Mejor lo tiramos, ¿no?

Ismael asintió apenas. Después de que lo olieron los dos y sosteniéndolo entre los dedos para mirarlo una última vez, Cascarita lo tiró hacia atrás.

Caminaron hasta la esquina y se miraron.

—¿Vamos a ver dónde cayó?—propuso el Ismael
—Dale.

Volvieron. Estaba en el agua junto al cordón de la vereda, empapado y casi desecho. Se terminó de desarmar entre los dedos de Ismael.

Ahora, muchos años después de este milagro, Hugo toma dos tragos de la botella verde y abandonada en el comedor de la casa de Cascarita. Tragando apenas, pone cara de asco.

—No da ni ahí esto— dice, dejando la botella donde estaba.





SER TODO

El encendedor verde vuela por el aire y cae atrás de la cama, produciendo una especie de melodía al golpear varias veces contra esta y la pared de madera. No lo vuelvo a ver y, por más que revise y lo busque, SÉ nunca lo voy a volver a hacer.

Cuando era chico tenía una bolita de goma transparente, llena de vetas de colores en el interior. Jamás había visto una pelotita que rebotara tanto; era imposible controlarla.

Jugábamos una noche con mi hermano y mis primas en el living de la casa de mi abuela. La superficie del suelo de parquet era ideal para que la pelotita rebotara y no saliera impulsada para cualquier lado, pero era inevitable que casi siempre terminara pegando contra las paredes y las ventanas, yendo y viniendo sobre los muebles y estantes, poniendo en peligro los cuadros y adornos. Los gritos de mi abuela llegaban desde el comedor o la cocina y suspendíamos el juego, permaneciendo sentados unos minutos en silencio, separados, a veces mirando con encono a tal o cual porque había hecho caer el mate, recuerdo de Santiago del Estero, que estaba en la biblioteca. Pero, parándonos de a poco y rebotando la pelotita despacio contra el suelo, no pasaba mucho tiempo antes de estar a los gritos de nuevo.

 La pelotita pegó en la pantalla de la lámpara y cayó al suelo, rodando bajo el sillón. Manuel logró alcanzarla antes que yo.

 —Ahora me toca a mí— dijo, mostrando la pelotita en un puño.

Iva y yo nos quejamos de que la abuela siempre nos retaba después de que tiraba él, porque era muy chiquito y no la sabía usar bien. Apenas nos vio acercándonos a él, levantó la mano y tiró la pelotita sin mirar a dónde. Rebotó muy fuerte en el suelo entre él y nosotros, fue a dar contra a la pared y, en una curva lenta, llegó hasta encima del aparador. Rebotó unas cuantas veces más ahí arriba, entre los adornos de vidrio y cerámica, produciendo unos sonidos muy definidos, como una melodía. Después no se escuchó más nada.

 —¡¿Viste, Manuel?! ¡¿Qué te dije?!— le grité mientras arrastraba el sillón hasta el aparador y me subía para buscar sobre él.

 Pero no estaba entre las raras botellas de vino y el frasco grandote, con forma de Papa Noel. Bajé del sillón y buscamos bajo el mueble, incluso me fijé entre este y la pared, y solo encontramos pelusa, tela de araña, un autito y dos bolitas Norte. Revolvimos todo el living, bajo los sillones y la biblioteca, pero nunca encontramos la pelotita. Manuel se fue llorando al comedor, y Estefa lo siguió porque ya estaba aburrida. Con Iva nos quedamos buscando un rato más, en vano.

Esa noche, mientras intentaba dormirme y mi bisabuela, en la cama de al lado, nunca terminaba de rezar, todavía continuaba pensando en la pelotita. Si habíamos buscado en todos lados, si por los últimos rebotes que escuchamos no podría haber ido más lejos que sobre el aparador o tras él, ¿cómo puede haber desaparecido? Y esos últimos rebotes sobre el mueble, ¿no sonaron como una especie de musiquita?

Cuando quise hablarle a Iva sobre esto, me contestó que no la joda, que le daba miedo; la pelotita seguro debe de estar por ahí. No volvimos a jugar hasta que se fue a su casa después de cenar.

 Ahora, mi bisabuela continuaba rezando, murmurando apenas las oraciones en ucraniano, alzando cada tanto los brazos y los ojos hacia el techo; luego los recogía sobre el pecho, se persignaba varias veces, y volvía a comenzar. Para mí, que no entendía el idioma, no eran más que cánticos sin sentido, o alguna fórmula mágica para comunicarse con otro lugar. El lugar al que van los muertos, pensaba yo al mirarla besar varias veces la foto de mi bisabuelo en la mesa de luz cada vez que terminaba con sus ritos nocturnos. Quizás, continuaba pensando yo, fue algo parecido lo que pasó con la pelotita; esos golpes que hizo antes de desaparecer podrían ser una especie de llave mágica para ir a otro lado, como el lugar que mi bisabuela quería alcanzar con sus rezos sin sentido.

Al otro día, y durante muchos días más, traté de reproducir la melodía en el tecladito que me había ganado en la quermés de la escuela, pero fue inútil el esfuerzo; ni siquiera lograba tararearla, por más simple que sonara en el recuerdo, tan obvia... De no haber sido por la negación de mi prima a volver a hablar de eso, quizás entre los dos hubiéramos logrado recordar y ejecutar las notas que, yo estaba seguro, nos hubieran permitido pasar al otro lado y ver. Ver era lo que yo más quería. Asomarme a todo eso que no se podía ver pero yo intuía cerca, pero escondido como un secreto tan importante que no podía dejar de estar ahí, no podía dejar de ser todo.  



Cartero.
     
                 







  

              
                                            Relato y fotos: Maximiliano Rau                                         


   
                                                           Relato y fotos : Maximiliano Rau

ENCUENTRO DE ESCRITORES Y LECTORES RIODELARECONQUISTA, 16-8-2015

Este domingo 16-8-2015, el ENCUENTRO nos reunió, desde Literarias Riodelareconquista, con la apertura hacia y desde todos los cauces y cuencas del querer compartir literatura. Abrazos, lecturas, libros, cambios, nuevas personas, nuevas ideas...¡Sorteos de libros! Los libros participaron sosteniendo diversidad y construcción del hacer regional, extensivo a toda la cuenca del Río de la Reconquista.

La conducción estuvo a cargo, desde la apertura geo-literaria-cultural por Luis Daniel Godoy, la intro a literatura, marco e historial por Julio C. Azzimonti, Participó el medio La Oreja Que Piensa, comprometido histórica y humanamente con el registro del hacer regional, social, cultura, con Alberto Borda. Desde la cultura regional y desde el sitio Raíces las palabras de Lalo Lugo, a quien agradecemos la apertura del sitio y su disposición para el mismo. La presencia desde el concurso literario LA PLUNA AZUL, Stella M. Gallero, su Candil Literario-hacer en la cultura-arte-literatura, DireCultura MalvinasArgentinas.

Compartió su show, una personal trabajadora del -arte-independiente, que se ocupó y acopló activamente, casi un mes en la difusión del evento y presentó su performance -dark-literaria-teclados-Lucila Castro Díaz junto a Ita Abadd, Las mesas -libros-distribución- venta de libros a cargo de Julian Bertachi, también con la lectura de su texto y colaboración general...Los sorteos de libros, consiguiendo muchos de ellos, como Julio y Julian...a cargo de Carlos Monti, además de su estar general y lectura de su texto; referenció la actividad de Café literario Los Pasos Perdidos, dejando abierta la invitación.

FM 107.1 UNIVERSAL Villa de Mayo acompañó este evento como prensa, difusión.

La presencia de Beatriz Coca Martínez con Mari...desde capital viajó por ser un pilar "admirable" gestora en hacer continuo y comunicativo de la cultura de la zona. El grupo literario, representando la actividad de edición-antología, a través del libro "Martes7", Graciela Alemis y sus compañeras escritoras, referentes de la Biblioteca Popular Historiador Munzón de Beklla Vista. Otro medio, radial, Estuvo también El Tunel, FM APRENDER, acompañando a la escritora de la zona Cena Elizabeth. El escritor santafesino Rodolfo Martín Gallo Acosta, exponiendo su libro, plaqueta y mate alistado desde temprano. Representando al café literario de Morón "Por quién doblan las campanas" el joven escritor Mauro Polanco...  los escritores Juan Cruz Lobos, Maxi Rau,  sensibles y creativos como Carla Godoy, presente con stand de su libro enred@gos y plaqueta... Cristina Ávila, escritora y compañera de ADEL desde sus comienzos... Mariarrosa Sanchez Lopez y sus amigas, atentas al evento y agregando sus tintes de experiencia vívida...Karina Fabiana Cartaginese, con sus poemas, Ellas y nueva plaqueta...sensible y particular poesía...Laura J Felker, sacando los números para muchos libros sorteoedos! y su lectura introducción a su libro de sagas ...Y hasta acá, estuve presente ( me tuve que retirar un ratito antes del final) Nombro a los-las escritores, que llegué a escuchar, como Lorena García, exquisita su poética-expresión personal y sensual, gran lectora. Silvia Acevedo, narradora, dramaturga, activa y trabajando en su nueva obra...Andrea Carpanzano, junto a la expo de libros, escritora que sigue trabajando su obra...Diana Echevarrieta, escritora coreuta, tecladista...energía de hermosa persona, presente! Completaré esta nota con la data que falta , nombres y acerca del cierre del evento. ¡¡¡Gracias a los que compartieron su hacer, con esta pasión-obsesión. Dedicación en el caudal de este rio literario, como cada uno pudo y eligió...para este ENCUENTRO!!! ¡Salute! y abrazo literario: Clo Claudia Migliore














































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Sin lectores no hay literatura

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